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En el corazón de la Comunidad Valenciana, donde las montañas se abrazan con el mar Mediterráneo, se encuentra Tavernes de la Valldigna, un rincón lleno de encanto y matices que invita a perderse entre sus calles, su historia y su cultura. Con una población de 17 mil habitantes, este municipio no solo es un punto en el mapa, sino un compendio de vivencias que han tejido su legado a lo largo de los siglos. Al acercarse a Tavernes, el viajero es recibido por un paisaje que refleja la hermosura de la naturaleza: el valle en forma de herradura está enmarcado por las últimas estribaciones de los sistemas montañosos Ibérico y Bético, ofreciendo una vista espectacular que conecta la tierra con el cielo.
La benignidad del clima, con más de 2800 horas anuales de sol y la suave brisa marina que acaricia el rostro, es solo un preludio a lo que Tavernes tiene para ofrecer. Este lugar no es solo un destino turístico; es un auténtico viaje en el tiempo. La historia de Tavernes se remonta a los orígenes del ser humano. En la cercana Cueva de Bolomor, se han encontrado los restos arqueológicos más antiguos de la Comunidad Valenciana, que revelan un pasado vibrante y en constante evolución. Esta cueva, con sus más de 500 metros cuadrados, alberga huellas de las primeras comunidades humanas, quienes habitaron estas tierras hace 130,000 años. Los hallazgos, que incluyen restos de hogueras, constituyen las primeras evidencias de la domesticación del fuego en Europa, y ofrecen una ventana fascinante a las costumbres de nuestros ancestros.
En Tavernes, el patrimonio no es solo un conjunto de edificios; es una voz que cuenta historias de luchas y victorias. La Torre de Guaita, enclavada entre naranjos, es un testimonio palpable del pasado. Este vigía de piedra, con su planta circular de seis metros de diámetro, se alza como un centinela que ha observado la evolución de la región a lo largo de los años. En su interior, los ecos de antiguas conversaciones parecen resonar en las paredes, mientras que la chimenea de su segunda planta evoca los días en que se encendían hogueras para iluminar la noche. Este monumento no solo es un hito arquitectónico; es un recordatorio de la importancia de la vigilancia y la defensa en tiempos pasados.
Los templos que adornan el municipio, como la Iglesia parroquial de San Pedro y la Iglesia parroquial de San José, son verdaderos monumentos que atestiguan su rica herencia cultural. La Iglesia de San Pedro, con su imponente fachada restaurada, se erige como un símbolo de devoción, orgullo y resistencia ante el paso del tiempo. Sus relojes de sol, finamente labrados, no solo marcan las horas, sino que también cuentan historias de generaciones que han pasado por sus puertas, manteniendo vivas las tradiciones que han forjado la identidad de Tavernes. La dedicación de sus habitantes a la preservación de estos espacios sagrados es palpable en cada rincón, en cada oración susurrada. La ermita del Cristo del Calvario, escondida entre los naranjos que flanquean el paisaje, y el antiguo Hospital de San Roque, con sus muros que parecen susurrar anécdotas del pasado, son más que edificaciones; son lugares de encuentro donde se entrelazan la fe y la comunidad. Estos espacios sagrados han sido testigos de momentos clave en la vida de los vecinos, uniendo a generaciones en torno a su historia común y forjando lazos que perduran a lo largo del tiempo.
Las festividades en Tavernes son un vibrante reflejo del alma de su gente, un torrente de emociones y tradiciones que dan vida a la comunidad. La celebración de San Antonio Abad, el 17 de enero, da inicio al ciclo festivo con una hoguera que resplandece en la noche y donde se bendicen los animales. Esta tradición ancestral resuena con un profundo respeto por la naturaleza y la vida, recordando a todos la importancia de convivir en armonía con el entorno. Las llamas danzantes de la hoguera son el símbolo de la luz que guía a la comunidad hacia un nuevo año, mientras los vecinos se reúnen en un ambiente de alegría y camaradería. Pero la fiesta que realmente transforma la ciudad es la de las Fallas, que se celebran del 15 al 19 de marzo. Durante esos días, Tavernes se convierte en un lienzo de colores vibrantes, música festiva y el chisporroteo del fuego. Cada falla, cuidadosamente elaborada, cuenta una historia que va más allá de la sátira; es un testimonio del ingenio y la creatividad de sus creadores. El aire se llena de risas y camaradería, mientras las calles se inundan de vida, uniendo a las familias y amigos en una celebración que destaca la esencia misma de ser parte de esta comunidad.
La Noche de San Juan, que se celebra el 24 de junio, es otro momento destacado en el calendario festivo, donde las playas de Tavernes se llenan de energía y alegría. La celebración comienza con un correfoc, un espectáculo que mezcla fuego y música, una explosión de energía que ilumina la noche y despierta los sentidos. A medida que el sol se oculta, los fuegos artificiales estallan en el cielo, marcando el inicio de una noche mágica. Al llegar la medianoche, las olas del Mediterráneo invitan a mojarse los pies, simbolizando la purificación y el renacer. Las hogueras que arden en la arena son el epicentro de la celebración, donde amigos y familias se reúnen para compartir risas, historias y, sobre todo, para disfrutar de la calidez de la comunidad. Saltar sobre las llamas es un acto ritual, un gesto cargado de simbolismo que invita a dejar atrás las penas del pasado y a dar la bienvenida a nuevos comienzos. En esta noche mágica, Tavernes se transforma en un escenario donde la tradición y la modernidad se entrelazan, creando una experiencia inolvidable para todos los que tienen la fortuna de ser parte de ella.
En agosto, la romería de San Lorenzo reúne a los devotos en un recorrido hasta su ermita, mientras que las Fiestas Patronales del Cristo de la Sangre y de la Divina Aurora, que se celebran en septiembre, son un testimonio de la profunda religiosidad de la comunidad, marcada por la tradicional Bajada del Cristo desde la ermita del Calvario hasta la Iglesia de San Pedro. Estas festividades no solo celebran la fe; también fomentan la unión y la identidad de un pueblo que, a pesar de los desafíos, sigue manteniendo vivas sus tradiciones.
La gastronomía de Tavernes es otra de sus joyas, un reflejo de su cultura agrícola y marítima. Además de la icónica paella, los platos típicos se centran en el arroz, preparado de múltiples formas que evocan la diversidad de su entorno. Las recetas, transmitidas de generación en generación, están impregnadas de los sabores del mar y de la tierra, donde los ingredientes frescos juegan un papel fundamental. Desde arroces melosos con mariscos hasta arroces al horno, cada bocado es un viaje a través del paladar que narra la historia de la tierra y su gente.
Tavernes de la Valldigna es un lugar donde el pasado y el presente coexisten en perfecta armonía. Su geografía, su patrimonio, sus festividades y su gastronomía son solo algunas de las facetas que la convierten en un destino único, lleno de historia y emoción. Al caminar por sus calles, el visitante no solo aprecia la belleza del paisaje, sino que también siente la vibrante energía de una comunidad que, a lo largo de los siglos, ha sabido resistir, adaptarse y florecer. Tavernes es, sin duda, un tesoro por descubrir, una invitación a sumergirse en la rica herencia de la Comunidad Valenciana y a experimentar la calidez de su gente.