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  • Burjassot se erige como un pintoresco pueblo de la Comunidad Valenciana, donde cada rincón evoca un sentido de pertenencia y de historia. Situado al noroeste de la ciudad de Valencia, dentro de su área metropolitana, este municipio es un refugio de tradición y modernidad, donde la serenidad de sus paisajes se entrelaza con la vitalidad de su vida urbana. Con una extensión de 3,5 kilómetros cuadrados, Burjassot se despliega sobre una llanura casi plana, pero sus suaves lomas en el oeste le otorgan un carácter especial, dibujando un horizonte que invita a ser explorado. Las temperaturas mediterráneas, cálidas y agradables, hacen de este lugar un hogar idóneo tanto para sus habitantes como para quienes buscan un respiro en su vibrante entorno.

    Al adentrarse en Burjassot, el viajero se siente transportado a una época donde el tiempo parecía moverse con mayor lentitud. Las calles, adornadas con edificios históricos, cuentan historias de un pasado vibrante que resuena en cada esquina. Entre los monumentos que capturan la atención se encuentra la Iglesia Arxiprestal de Sant Miquel Arcàngel, una joya arquitectónica inaugurada en 1780. Esta iglesia no solo es un lugar de culto, sino también un símbolo de la devoción y el espíritu comunitario que han caracterizado a Burjassot a lo largo de los siglos. Al cruzar sus puertas, los visitantes son recibidos por la majestuosidad de sus interiores, donde las obras del pintor valenciano Vicent López iluminan las paredes con su luz divina, evocando la conexión espiritual de generaciones pasadas. Los frescos y las tallas religiosas que adornan el altar mayor invitan a la reflexión y la contemplación, mientras que los bancos de madera, desgastados por el tiempo, son testigos silenciosos de innumerables oraciones y momentos de recogimiento. Este espacio sagrado no solo alberga rituales religiosos, sino también momentos de encuentro y celebración; aquí se llevan a cabo bodas, bautizos y festividades locales, creando un lazo emocional profundo entre los habitantes y su fe. Las risas de los niños que corren por el atrio, junto con los murmullos de las familias que se reúnen después de misa, aportan una calidez especial que refuerza el sentido de comunidad.

    A pocos pasos de allí, la Iglesia de Sant Joan de Ribera se alza con su encanto barroco, invitando a todos a detenerse un momento y disfrutar de su belleza. Este templo, con sus imponentes columnas y ornamentos elaborados, refleja la riqueza artística de su época y ofrece una visión fascinante del patrimonio cultural de Burjassot. El Santuario del Sagrat Cor y la Ermita de Sant Roc son otros testigos silenciosos de la devoción que caracteriza a este municipio, donde cada edificio se convierte en un faro de esperanza y espiritualidad. En estos espacios sagrados, los fieles encuentran refugio del bullicio de la vida moderna; el suave murmullo de las plegarias se mezcla con el canto de los pájaros en el exterior, creando un entorno de paz y serenidad. La luz que se filtra a través de los vitrales de colores transforma el ambiente, proporcionando un resplandor casi etéreo que invita a la introspección. Estas construcciones, con sus historias entrelazadas y el eco de las oraciones que han resonado en sus muros, son el hilo conductor que une a los habitantes con sus raíces y tradiciones, proporcionando un sentido de continuidad en un mundo en constante cambio. En cada misa, en cada festividad, Burjassot reafirma su identidad colectiva, uniendo a las generaciones en un viaje espiritual que trasciende el tiempo y el espacio, recordando a todos que la fe y la comunidad son los pilares que sostienen la vida en este encantador rincón de la Comunidad Valenciana.

    Sin embargo, la esencia de Burjassot va más allá de sus iglesias. En el corazón del pueblo se encuentra el Castillo, una antigua torre defensiva que ha sido testigo de la evolución de esta comunidad. Su legado se entrelaza con la historia de sus habitantes, quienes han luchado y prosperado a lo largo de los siglos. Hoy, este castillo alberga el Colegio Mayor Universitario de Sant Joan de Ribera, fusionando su rica historia con el dinamismo académico contemporáneo. La Devesa del Castell, un jardín que rodea la fortaleza, es un oasis de tranquilidad, donde los visitantes pueden explorar su flora botánica mientras reflexionan sobre el pasado de este lugar. Este espacio no solo es un refugio para quienes buscan conectar con la naturaleza, sino también un lugar donde se promueve la educación y la investigación sobre el patrimonio histórico.

    Los ecos del pasado resuenan en cada esquina de Burjassot, desde las antiguas alquerías góticas, como la Alquería del Moro, el Pi y el Rosari, que aunque actualmente se encuentran en un estado de conservación precario, aún narran la historia de la vida agrícola que una vez floreció en la región. Estas edificaciones son testigos de un estilo de vida que ha ido desapareciendo, pero que sigue vivo en la memoria colectiva de sus habitantes. El Molí de la Sal, un antiguo molino impulsado por energía hidráulica, se erige como un símbolo de la importancia de la agricultura en la historia de Burjassot, recordando a todos que el agua ha sido vital para el crecimiento y la prosperidad de la comunidad.

    La vida cotidiana en Burjassot está impregnada de una rica tradición cultural. Las festividades locales, desde las celebraciones patronales hasta eventos culturales, son un testimonio del orgullo de la comunidad. En estas ocasiones, las calles se llenan de música, baile y risas, creando un ambiente festivo que une a los vecinos en una celebración de su identidad. La gastronomía local, con platos típicos que evocan sabores de antaño, se convierte en un elemento fundamental para disfrutar de estas festividades, ofreciendo a todos la oportunidad de experimentar la calidez y la hospitalidad de los burjassotenses.

    Al caminar por Burjassot, uno no puede evitar sentirse parte de una historia en constante evolución. Cada visita es un viaje a través del tiempo, donde el pasado se encuentra con el presente en una armonía perfecta. La esencia de este pueblo reside en su capacidad para abrazar la modernidad sin olvidar sus raíces, creando un entorno en el que la comunidad prospera en un equilibrio entre tradición y progreso. Aquí, los habitantes viven en sintonía con su historia, celebrando la riqueza de su cultura y el esplendor de su entorno natural.

    Al despedirse de Burjassot, cada visitante se lleva consigo un pedazo de su alma, un recuerdo de la calidez de su gente y la profundidad de su historia. Este rincón de la Comunidad Valenciana deja una huella imborrable en el corazón de quienes lo descubren, recordándoles que en cada calle, en cada iglesia y en cada rincón, hay una historia esperando ser contada, un eco del pasado que continúa resonando en la vida cotidiana de sus habitantes. Así, Burjassot se convierte no solo en un destino, sino en un viaje emocional a través de la rica tapestry de la vida, un lugar donde la historia y la comunidad se entrelazan para crear una experiencia inolvidable.