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En el corazón del País Valenciano, una región rica en tradición y cultura, Oliva se erige como un baluarte de historia y belleza natural que atrapa la atención de todos aquellos que la visitan. Esta ciudad, que se presenta como la segunda más grande de la comarca de la Safor, no solo es un lugar geográfico, sino un crisol de experiencias que ha sido testigo de múltiples transformaciones a lo largo de los siglos. Desde sus inicios más remotos, se pueden encontrar vestigios de ocupación que se remontan al paleolítico medio, un periodo en el que las primeras huellas de actividad humana comenzaron a marcar el paisaje, lo que revela la larga historia de interacción entre los seres humanos y su entorno natural. A lo largo del tiempo, Oliva ha sido un escenario donde cazadores y recolectores de la antigüedad dieron paso a agricultores que han cultivado sus tierras fértiles, dejando una huella indeleble en la cultura local.
Entre estas majestuosas montañas, se encuentra la zona central, donde la sedimentación de materiales erosionados ha dado lugar a un paisaje agrícola de inigualable belleza. Los campos de naranjos, tomates y otras hortalizas se extienden hasta donde alcanza la vista, creando un mosaico de colores vibrantes que despiertan los sentidos y atraen a los amantes de la fotografía. En este entorno, se siente el pulso de la vida rural, donde el sol acaricia la tierra y el aire está impregnado del aroma dulce y fresco de los cítricos. La proximidad al Parque Natural del Marjal de Pego-Oliva ofrece un refugio para diversas especies, convirtiéndose en un ecosistema que mantiene un delicado equilibrio entre la intervención humana y la naturaleza salvaje, lo que permite a los visitantes disfrutar de la observación de aves y la flora autóctona en su hábitat natural.
La costa de Oliva, con más de 12 km de playas de arena fina y aguas cristalinas, es un auténtico paraíso para los amantes del mar que buscan relajarse y disfrutar de la belleza del Mediterráneo. Desde la Playa de Terranova hasta la Playa de les Deveses, cada rincón de esta costa ofrece un refugio ideal para familias, grupos de amigos y parejas que desean escapar del bullicio de la vida urbana y conectarse con la tranquilidad que ofrece el entorno natural. Las dunas mediterráneas, que sirven de frontera natural entre los campos de cultivo y el mar, son el escenario perfecto para largas caminatas al atardecer, donde el sol se sumerge lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonalidades de naranja, rosa y violeta, creando un espectáculo visual que deja sin aliento a quienes tienen la fortuna de presenciarlo.
Las aguas tranquilas y poco profundas invitan a nadar y disfrutar de actividades acuáticas, mientras que los chiringuitos alineados a lo largo de la costa ofrecen delicias locales, desde frescas paellas hasta tapas que reflejan la rica gastronomía de la región, creando un festín para los sentidos que va más allá del simple hecho de comer. Los días de verano se llenan de risas y música, donde las olas rompen suavemente en la orilla y el sonido de la brisa marina se mezcla con el bullicio de los turistas, quienes se sumergen en la diversión y la alegría del ambiente festivo. Esta experiencia sensorial hace que cada visita a las playas de Oliva sea inolvidable, un recuerdo grabado en la memoria de quienes han tenido el placer de disfrutar de su magia, y un motivo para regresar una y otra vez.
Oliva es también un lugar de veneración y espiritualidad, donde sus iglesias y ermitas son testigos de un pasado lleno de fe y devoción que ha moldeado la identidad de la comunidad a lo largo de los siglos. La Iglesia de Santa María la Mayor, con su imponente estructura neoclásica, se alza orgullosa en el centro de la ciudad, convirtiéndose en un símbolo de la rica herencia cultural y religiosa de la localidad. Inaugurada en 1787, esta iglesia ha sido un pilar de la comunidad desde su construcción, albergando en su interior una cripta y una capilla gótica que evocan la grandeza de épocas pasadas y los valores espirituales de los habitantes de Oliva. Los fieles se congregan aquí, no solo para rendir homenaje, sino también para encontrar consuelo y esperanza en los momentos difíciles de la vida, convirtiendo este templo en un refugio espiritual y un lugar de reunión.
La Iglesia de Sant Roc, construida sobre una antigua mezquita, refleja la historia de la coexistencia de culturas que ha caracterizado a Oliva desde tiempos inmemoriales. Cada pintura en fresco, cada detalle arquitectónico cuenta una historia que se entrelaza con la vida de sus habitantes, proporcionando un sentido de pertenencia y continuidad a las generaciones presentes. Este lugar es un símbolo de resiliencia, de cómo las tradiciones pueden adaptarse y florecer, uniendo a las generaciones pasadas con las presentes en un lazo de comunidad y fe que trasciende el tiempo.
No muy lejos, la Ermita de la Madre de Dios del Rebollet, dentro del convento de las Hermanas Carmelitas, guarda una imagen mariana del siglo XIII, una de las más antiguas del territorio valenciano. La devoción que se siente aquí es palpable, un susurro que resuena en cada rincón, recordando a todos la importancia de la espiritualidad en sus vidas y cómo la fe puede ser un faro en los momentos de oscuridad. Este santuario se convierte en un punto de encuentro para los devotos, quienes vienen a rendir homenaje y buscar la protección de la Virgen, creando una conexión emocional profunda con sus raíces y tradiciones.
La historia de Oliva no se limita solo a su patrimonio religioso, sino que también se extiende a su patrimonio cultural y militar. El Castillo de Santa Anna, que data del siglo XVI, se alza en la cima de una colina, vigilante y majestuoso, ofreciendo a los visitantes una perspectiva única sobre la ciudad y sus alrededores. Este antiguo bastión militar, que en su momento fue clave para la defensa de la región, es un recordatorio de los tiempos en que la seguridad y la defensa eran prioridades esenciales. Recorrer sus muros es como viajar en el tiempo, donde se pueden imaginar las historias de valientes guerreros que una vez habitaron en sus alrededores, protegiendo a su pueblo de las amenazas externas.
La plaza del Ayuntamiento, con sus edificios históricos que narran la evolución de la ciudad, es el corazón palpitante de la vida urbana, un lugar donde los residentes se reúnen, intercambian historias y celebran la rica cultura de su ciudad. Los eventos comunitarios y festivales que se llevan a cabo aquí no solo fortalecen los lazos entre los habitantes, sino que también brindan una oportunidad para que los visitantes se sumerjan en la vibrante vida social de Oliva, disfrutando de la música, la danza y la gastronomía local que caracterizan a esta comunidad.
Las chimeneas industriales de Rajolars, que se erigen como testimonio del pasado industrial de Oliva, son un recordatorio de una era donde la producción y el trabajo manual moldearon la vida cotidiana de muchos. Estas chimeneas, aunque en desuso, son un símbolo de una época de prosperidad y esfuerzo colectivo, que han dejado una huella en la memoria colectiva de la ciudad.
Hoy en día, Oliva es un lugar donde la historia se encuentra con la modernidad, creando un ambiente acogedor y familiar que invita a todos a disfrutar de su belleza y calidez. La ciudad, con su rica oferta de servicios y actividades, es un hogar para aquellos que buscan un equilibrio entre la vida rural y el acceso a comodidades modernas, donde las tradiciones se entrelazan con la innovación. Las festividades, como las fiestas patronales en honor a San Francisco de Asís, se celebran con fervor y alegría, uniendo a la comunidad en un despliegue de tradiciones que celebran su identidad y fortalecen los lazos entre sus habitantes. Las calles se llenan de música, danzas y risas, un recordatorio de la importancia de mantener viva la cultura y la historia en la vida cotidiana.
A medida que se avanza por las callejuelas de Oliva, uno puede sentir la historia en el aire, una mezcla de culturas, tradiciones y experiencias que se han acumulado a lo largo de los siglos. Los murmullos de las conversaciones de los ancianos que comparten historias del pasado, el bullicio de los niños que juegan en las plazas y el aroma de la gastronomía local flotando en el aire crean una sinfonía de vida que define la esencia misma de Oliva.