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Enclavado entre la majestuosa Albufera de València y el brillante azul del Mediterráneo, El Saler es un rincón donde la naturaleza y la tradición se entrelazan en un abrazo eterno. A tan solo 8 kilómetros de la bulliciosa ciudad de València, este pequeño pueblo se presenta como un remanso de paz, donde el suave murmullo de las olas se mezcla con el canto de las aves que habitan la rica fauna de la zona. La vida aquí se mueve al ritmo de las estaciones, un ciclo que ha marcado la existencia de sus habitantes, pescadores y agricultores, quienes han mantenido vivas sus costumbres a lo largo de generaciones. Las amplias playas de El Saler, con sus extensas dunas vírgenes, son testigos de veranos interminables, donde familias enteras se reúnen para disfrutar del sol y el mar, convirtiendo este lugar en un destino de ensueño para quienes buscan escapar del bullicio urbano.
El corazón de El Saler late al compás de la naturaleza, donde la Devesa del Saler, una densa franja de pinar, se erige como un refugio tanto para los visitantes como para la fauna que allí habita. Este bosque costero no solo protege las playas de las corrientes marinas, sino que también alberga una rica diversidad de especies que sorprenden a los senderistas y deportistas que recorren sus caminos. El aroma a resina y a mar se entrelaza en el aire, mientras los ecos de risas y el sonido de las bicicletas recorriendo el carril adyacente se mezclan con el suave susurro de las olas. Los paseos por la Gola del Pujol, el canal que conecta la Albufera con el mar, son un deleite visual, donde la vegetación se despliega en una sinfonía de colores y formas, creando un paisaje que parece sacado de un cuento de hadas. Desde aquí, se puede contemplar cómo las aguas tranquilas de la Albufera se funden con el horizonte marino, un espectáculo que invita a la contemplación y la reflexión.
El pueblo, con sus encantadoras calles y su aire de autenticidad, es un testimonio de la rica herencia cultural de la región. La tradición hostalera de El Saler se manifiesta en una cuidada selección de restaurantes que ofrecen platos valencianos tradicionales, donde el arroz, en todas sus variedades, se erige como el protagonista indiscutible. En cada bocado, se puede sentir la pasión y el esmero de los cocineros que han perfeccionado sus recetas a lo largo del tiempo, un legado que ha pasado de generación en generación. El bullicio de los comensales, el aroma de los platos recién preparados y la cálida hospitalidad de los lugareños crean un ambiente que invita a disfrutar de cada momento, a celebrar la vida y las tradiciones que han dado forma a este hermoso lugar. A medida que el sol se pone, pintando el cielo con tonos dorados y rosados, los visitantes pueden degustar un delicioso arroz a banda o una fideuà, acompañados de una buena horchata, mientras las risas y las historias compartidas llenan el aire, creando recuerdos que perdurarán mucho después de dejar atrás este paraíso mediterráneo.
En el corazón de El Saler, la Iglesia Parroquial de San José se alza con su sencilla elegancia, construida en 1926. Esta pequeña iglesia de una sola nave se ha convertido en el símbolo de la comunidad, un lugar donde se celebran no solo ceremonias religiosas, sino también momentos significativos de la vida de sus habitantes. Su arquitectura modesta, con líneas limpias y una fachada que irradia calidez, refleja el espíritu del pueblo, donde la fe y la tradición se entrelazan en un abrazo sereno. En cada misa, el eco de las oraciones resuena en sus paredes, mientras los fieles se reúnen para encontrar consuelo, esperanza y un sentido de pertenencia. La iglesia es más que un simple edificio; es el alma de El Saler, un lugar donde las generaciones han forjado recuerdos imborrables y han tejido los lazos que mantienen unida a la comunidad.
A pocos pasos de la iglesia, se encuentra la Casa de la Demanà o de la Campaneta, un vestigio del siglo XVIII que ha visto pasar la historia del pueblo. Reformada a inicios del siglo XX, esta casa no solo es un ejemplo de la arquitectura local, sino también un testimonio del espíritu comunitario de El Saler. Originalmente, aquí se subastaban los puestos de caza, convirtiéndose en un epicentro de la vida social y económica del poblado. Con su peculiar fachada asimétrica, que conserva su diseño original, la Casa de la Demanà está conformada por dos edificios en forma de L, un anexo de una planta y un corral que invita a los visitantes a imaginar las escenas del pasado donde la gente se reunía, compartía historias y celebraba la riqueza de la vida rural. Este lugar, junto con la desaparecida Casa de los Infantes, constituyó el corazón de El Saler, y su legado perdura en la memoria colectiva de sus habitantes.
El urbanismo de El Saler es un reflejo de su historia, con un núcleo poblacional cuadrangular que ha evolucionado a lo largo del tiempo. Originalmente, una agrupación de barracas, el pueblo fue creciendo lentamente, especialmente a finales del siglo XVIII, cuando se añadieron edificaciones significativas, como la Casa de la Demanà. Hoy en día, el paisaje urbano está dominado por edificios de entre 4 y 5 plantas, junto a algunas viviendas adosadas que han dado vida a las calles del pueblo. Este diseño en damero, que se adapta a la orografía de la región, crea una armonía visual que invita a los visitantes a explorar cada rincón. Pasear por El Saler es sumergirse en un viaje en el tiempo, donde las huellas del pasado se entrelazan con el presente, ofreciendo una experiencia única que invita a descubrir la esencia de un lugar donde la historia, la cultura y la naturaleza coexisten en perfecta sintonía.
Con su campo de golf y el exclusivo Parador de Turismo del Saler al sur del pueblo, esta localidad ofrece una mezcla única de naturaleza, cultura y ocio. En este rincón del mundo, el tiempo parece detenerse, y cada visita a El Saler es una oportunidad para reconectar con la belleza natural y la tradición que lo rodean. Mientras se pasea por las orillas de las playas, se pueden escuchar los susurros del viento, que parecen contar las historias de los pescadores que una vez surcaron estas aguas, de los agricultores que han cultivado la tierra con amor y dedicación, y de aquellos que han encontrado en El Saler un hogar, un refugio en medio del vibrante paisaje mediterráneo. En cada rincón, en cada sabor, en cada melodía de la naturaleza, El Saler nos recuerda que la vida está hecha de momentos sencillos y bellos, que merecen ser apreciados y atesorados.