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  • Manises, una localidad que respira historia y arte en cada rincón, es mucho más que un simple municipio de la provincia de Valencia. Situado en la comarca de la Huerta Sur, este lugar vibra con el pulso de la tradición, el esfuerzo y la creatividad. Desde su posición privilegiada a la margen derecha del río Turia, Manises ha sido testigo de milenios de evolución, de transformaciones que han ido moldeando no solo su paisaje, sino también el carácter de su gente. Las huertas fértiles que bordean el río son el alma de este rincón mediterráneo, mientras que los primeros montes al oeste ofrecen un telón de fondo majestuoso, como si quisieran proteger el legado de un pueblo que ha sabido adaptarse y prosperar a lo largo de los siglos.

    El clima de Manises, aunque típicamente mediterráneo, posee una personalidad propia. Los veranos, suaves y bañados por la brisa del Turia, contrastan con los inviernos, donde el frío cala los huesos y las heladas nocturnas cubren los campos, recordando a sus habitantes la dureza del clima que enfrenta tanto a la costa como al interior. Aquí, la naturaleza no sigue las normas de los típicos destinos costeros. Manises es una tierra de contrastes, un lugar donde las estaciones se sienten de manera diferente, intensas, haciendo eco de la vida cotidiana de quienes han hecho de este municipio su hogar.

    En medio de este entorno natural que combina la riqueza agrícola y la belleza de los montes, la actividad económica principal de Manises ha florecido en torno a una tradición que ha trascendido fronteras: la cerámica. Desde la Edad Media, este arte ha sido el corazón y el alma del municipio, tallando su identidad en cada pieza creada en sus talleres. La cerámica de Manises no es simplemente un producto; es una expresión cultural que ha resistido el paso del tiempo. En sus inicios, los azulejos y piezas de reflejo dorado ya eran admirados por su calidad y belleza, y hoy en día, el legado de los antiguos maestros ceramistas sigue vivo, evolucionando hacia formas modernas pero siempre con un pie en la tradición.

    El Museo Municipal de Cerámica, inaugurado en 1969, es un santuario de este arte eterno. Las piezas que se exhiben allí son mucho más que simples objetos; son testigos silenciosos de siglos de esfuerzo y dedicación, de una pasión transmitida de generación en generación. Los reflejos dorados de los azulejos, los paneles que cuentan historias del pasado, y las modernas obras de vanguardia, convierten a la cerámica de Manises en un arte en constante transformación. Cada pieza es un reflejo de la historia, de la cultura y del espíritu de un pueblo que ha sabido adaptarse sin perder su esencia. El concurso que comenzó como un certamen nacional ha crecido hasta convertirse en la Bienal Internacional de Cerámica, atrayendo a artistas de todo el mundo que buscan dejar su huella en un lugar tan emblemático.

    Pero la cerámica no es el único tesoro de Manises. La localidad está impregnada de un rico patrimonio arquitectónico y cultural. La Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, una joya neoclásica con reminiscencias barrocas, es uno de los pilares religiosos e históricos del pueblo. Su cúpula de estilo bizantino, revestida en reflejos metálicos, destaca en el horizonte, simbolizando el equilibrio entre lo sagrado y lo mundano. La historia de este templo habla de un pueblo comprometido con su fe y su comunidad. A pesar de haber sufrido la devastación durante la Guerra Civil española, la iglesia se levantó de las cenizas, como lo ha hecho el propio pueblo de Manises, fuerte y resiliente.

    Otros hitos, como el Acueducto Els Arcs, el Molino de Vernís, y las ruinas del antiguo cementerio morisco, ofrecen una ventana al pasado, recordando a locales y visitantes la diversidad cultural que ha impregnado a Manises desde tiempos inmemoriales. Los restos del cementerio morisco, en particular, son un vestigio del pasado islámico del municipio, un eco de aquellos tiempos en que las culturas musulmana y cristiana coexistían, influenciándose mutuamente.

    La Fábrica de Mayólicas de Francisco Valldecabres, el Edificio El Arte y el Barri d'Obradors son mucho más que testigos silenciosos del pasado industrial de Manises. Son la esencia viva de una época en la que la ciudad se convirtió en un epicentro de la cerámica, no solo en España, sino en el mundo entero. La Fábrica de Valldecabres, con sus majestuosas estructuras, fue cuna de técnicas revolucionarias, donde los artesanos mezclaban su saber ancestral con nuevas influencias artísticas, creando piezas que cruzaban fronteras. El Edificio El Arte, por su parte, es un monumento que respira la creatividad de generaciones que encontraron en el barro y el esmalte una forma de expresión única. El Barri d'Obradors, con sus talleres y callejones, era el alma del pueblo, donde el bullicio de los alfareros marcaba el ritmo de una ciudad que se reinventaba cada día a través del trabajo artesanal. Hoy en día, pasear por esos lugares es viajar en el tiempo, sentir el peso de una herencia que sigue viva en cada pieza de cerámica que aún se produce en Manises.

    Sin embargo, Manises no se limita a mirar hacia atrás. Con una visión clara hacia el futuro, el municipio ha logrado equilibrar su profundo respeto por la tradición con la necesidad de modernizarse y avanzar. Un ejemplo de esto es la Casa de la Cultura y Juventud, una joya arquitectónica que, en otro tiempo, albergó un convento de Carmelitas y que hoy se ha transformado en un centro neurálgico de creatividad. Aquí, jóvenes y mayores se encuentran para compartir su pasión por el arte, la música, la literatura y la cultura en general. El espacio vibra con actividades y exposiciones, recordando que, aunque Manises tiene un pasado glorioso, su presente es igualmente prometedor. Este dinamismo cultural refleja la capacidad del municipio para reinventarse, adaptándose a los tiempos sin perder su identidad.

    La vida cotidiana en Manises sigue siendo un reflejo de su espíritu comunitario y vibrante. Los mercados de Los Pinos y Los Filtros son puntos de encuentro donde los vecinos se sumergen en la tradición de la compra directa, entre los aromas frescos de los productos locales y el eco del pasado agrícola de la región. Estos mercados son el corazón palpitante de un pueblo que, aunque ha evolucionado industrialmente, nunca ha perdido el contacto con su esencia rural. Las calles de Manises están llenas de color gracias a las cerámicas que adornan los muros, pero también gracias a la calidez de su gente, que convierte a cada visitante en un amigo. En cada rincón, la historia y la modernidad se funden en perfecta armonía, creando un ambiente único, donde los que llegan sienten que han viajado no solo a otro lugar, sino también a otro tiempo, mientras son testigos del legado artístico y cultural que sigue siendo el orgullo de este extraordinario municipio.

    Más allá de su historia y su legado artístico, Manises es un lugar donde la vida se siente en cada rincón, un pueblo que respira autenticidad y hospitalidad. Sus calles están llenas de tradición, pero también de nuevas historias que se entretejen con el paso del tiempo. Los festivales y celebraciones locales son el latido del corazón del municipio, donde los vecinos se reúnen para celebrar no solo el pasado, sino también el presente. Las fiestas patronales, las ferias de cerámica y los eventos culturales muestran la vitalidad de una comunidad orgullosa de sus raíces, pero siempre mirando hacia adelante. El calor de su gente, la pasión por su trabajo y el profundo respeto por su herencia convierten a Manises en un lugar especial, donde cada visitante es recibido con los brazos abiertos y donde cada rincón tiene una historia que contar.