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  • El Perelló, un encantador rincón en la costa valenciana, se revela como un lugar donde la historia y la naturaleza se entrelazan en un abrazo cálido y vibrante. Este pequeño paraíso, a solo unos minutos de Sueca, es un testimonio de cómo un modesto núcleo de pescadores ha evolucionado hasta convertirse en un bullicioso enclave veraniego, donde en los meses de calor la población puede multiplicarse hasta alcanzar los 40 mil habitantes. Al caminar por sus calles, es fácil perderse en la magia del lugar, donde cada rincón narra historias de antaño que evocan la vida sencilla de los pescadores que levantaron barracas entre las aguas tranquilas de la Albufera y el mar Mediterráneo. La esencia de El Perelló palpita en el aire, con cada ola y cada brisa del mar susurrando relatos de generaciones pasadas. Aquí, el tiempo parece detenerse, permitiendo que los visitantes se sumergen en un ambiente de calma y nostalgia.

    La geografía de El Perelló es un regalo de la naturaleza, una obra maestra que invita a la contemplación. Situado a escasos tres metros sobre el nivel del mar y rodeado por el Parque Natural de la Albufera, este lugar no solo es un punto de encuentro entre la tierra y el agua, sino también un refugio para una rica biodiversidad. El canal del Perelló, que serpentea por la localidad, actúa como guardián, regulando las aguas dulces y saladas, y proporcionando un acceso vital a los campos que han alimentado a generaciones. Cada amanecer, la luz del sol se refleja en las aguas tranquilas, creando un espectáculo que captura la esencia misma de la vida en esta comunidad. La brisa marina trae consigo los aromas de la cocina local, donde los sabores del mar se combinan con la tradición agrícola, dando vida a platos que deleitan a los paladares más exigentes. Caminar por el pueblo es como navegar por un lienzo en movimiento, donde la vida cotidiana se mezcla con el arte de la naturaleza. Los niños juegan en la playa, los pescadores cuentan historias en el puerto, y los agricultores celebran sus cosechas, creando un mosaico de vida que embellece aún más el paisaje.

    El Perelló no solo es un lugar de belleza natural, sino también un sitio cargado de historia y cultura. Su primera iglesia, construida en 1898 gracias a las donaciones de sus propios habitantes, simboliza la unidad y el compromiso de una comunidad que ha sabido adaptarse y crecer a lo largo de los años. Al entrar en la iglesia antigua de San Pascual Bailón, se siente un aire de solemnidad, donde los ecos de las oraciones resuenan y las velas encendidas parecen danzar en un homenaje silencioso a quienes han pasado por este lugar. A través de sus calles, se respira la influencia del maestro Serrano, el famoso compositor de zarzuelas que hizo de este pueblo su hogar, dejando una huella imborrable en la cultura local. Su vida aquí, marcada por el contraste entre el bullicio de Madrid y la serenidad de El Perelló, es un reflejo de la dualidad que muchos habitantes sienten al vivir entre el mundo moderno y las tradiciones que sus ancestros han cultivado con tanto esmero.

    Durante la Guerra Civil, El Perelló se convirtió en un faro de esperanza, al albergar a niños refugiados en comunidades educativas que buscaban renovarse y aprender en medio del caos. Este espíritu de solidaridad y empatía ha perdurado, convirtiéndose en un legado que se transmite de generación en generación. Hoy, en las festividades que iluminan la vida de sus habitantes, como las fallas y la celebración de San Juan, la comunidad se une en una explosión de colores, música y alegría. En cada rincón, en cada vivienda y en cada plaza, el orgullo de ser parte de esta tierra se hace palpable. Las familias se reúnen, los amigos se abrazan y los visitantes son recibidos con los brazos abiertos, formando un tejido humano que hace que El Perelló sea más que un simple destino turístico: es un hogar donde las emociones fluyen y las conexiones son profundas.

    En cada esquina, cada edificio y cada evento, El Perelló se presenta como un lugar que invita a explorar, disfrutar y celebrar la vida en su máxima expresión. Los atardeceres son un espectáculo que hipnotiza, cuando el cielo se tiñe de tonos naranjas y violetas, y el mar se convierte en un espejo que refleja la belleza del mundo. A medida que cae la noche, la brisa fresca invita a salir y compartir risas alrededor de una mesa, donde los platos típicos como la paella y los mariscos frescos se convierten en el centro de las conversaciones, llenas de anécdotas y recuerdos. La música resuena en las calles, y las luces brillan con un fulgor especial, como si El Perelló mismo estuviera celebrando la vida. En este rincón de la Comunidad Valenciana, la alegría es contagiosa, y cada día se convierte en una oportunidad para vivir plenamente, para soñar y para recordar que la verdadera belleza radica en la conexión entre las personas y el lugar que llaman hogar.