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  • El Tiemblo, un rincón encantado en el sureste de Ávila, despliega ante los visitantes un lienzo de paisajes que parecen susurrar historias antiguas. En este lugar, la naturaleza se entrelaza con la historia, creando un ambiente donde cada árbol, cada piedra y cada susurro del viento cuentan relatos que trascienden el tiempo. Entre sus maravillas, el Castañar destaca, una majestuosa ladera que se tiñe de tonos dorados y ocres en otoño. Entre los jóvenes castaños, algunos de estos colosos superan los ocho metros de diámetro, invitando a los caminantes a detenerse y admirar su grandeza. Bajo su sombra, es fácil perderse en pensamientos y dejarse llevar por la serenidad que emana de estos árboles centenarios.

    No muy lejos, el Valle de Iruelas se despliega como un verdadero santuario de biodiversidad, un paraíso donde la flora y fauna coexisten en armonía. Este rincón, abrigado por la Cordillera Central, es un refugio para aquellos que buscan la belleza en lo salvaje. Con alrededor de 9 mil hectáreas de naturaleza virgen, el valle invita a aventureros y soñadores a explorar sus senderos serpenteantes, a dejarse llevar por el murmullo del río Alberche y a escuchar la sinfonía de los pájaros que lo habitan. Cada paso en este entorno es un recordatorio de la grandeza de la Tierra y la fragilidad de su ecosistema.

    En el corazón de esta tierra rica en historia, los Toros de Guisando emergen como guardianes silenciosos de un pasado glorioso. Estas cuatro esculturas de piedra berroqueña, que datan de los siglos III o II antes de Cristo, no solo son un hito arqueológico, sino un símbolo de la conexión entre el hombre y su entorno. En este antiguo lugar de proclamación, donde Isabel la Católica fue reconocida como heredera del trono de Castilla y León, el eco de la historia resuena con cada brisa que acaricia el cerro de Guisando. Es un sitio donde el tiempo parece detenerse, permitiendo a los visitantes sumergirse en el peso de los siglos pasados.

    El Ayuntamiento, con su elegante estilo neoclásico, se erige como un testigo del paso del tiempo. En su fachada se puede leer una inscripción que nos recuerda el esfuerzo y la dedicación de la comunidad en el siglo XVIII. Un símbolo de unidad y orgullo, este edificio refleja la esencia de El Tiemblo, un lugar donde la historia y la modernidad se entrelazan en una danza atemporal.

    La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con su mezcla de estilos gótico-isabelino, cuenta con un retablo mayor que alberga una Virgen con el Niño del siglo XV. Su torre, vestigio de un templo más antiguo, invita a los fieles a encontrar consuelo en sus muros, donde la fe se siente palpable en cada rincón. No muy lejos, la Ermita de San Antonio, con su barroco refinado, ofrece un espacio de reflexión y paz, un remanso en el que los ecos de las oraciones resuenan suavemente.

    A los pies del pueblo, el Charco del Cura emerge como un oasis de tranquilidad. Este pantano, de aguas calmadas, invita a los amantes de la naturaleza a practicar deportes náuticos y disfrutar de la serenidad que solo el agua puede ofrecer. Las risas y los gritos de alegría se mezclan con el sonido del agua, creando una sinfonía que refleja la alegría de vivir.

    El Pantano del Burguillo, con su vasto paisaje de mil kilómetros cuadrados, se extiende como un espejo que refleja la majestuosidad del río Alberche. Este embalse, una obra maestra de ingeniería, no solo regula las aguas que fluyen a través de su cauce, sino que se convierte en un refugio para la fauna y la flora que habitan sus orillas. Los pescadores, con sus cañas en mano, encuentran aquí un paraíso donde la paciencia se recompensa con la captura de lucios y truchas, mientras que los navegantes surcan sus aguas en kayak y canoa, disfrutando de la calma y el esplendor natural que los rodea. Cada amanecer, el horizonte se viste de colores vibrantes, desde el suave dorado de los primeros rayos de sol hasta el profundo azul del cielo que se despliega sobre las montañas. Este espectáculo diario es un recordatorio de la belleza del entorno, un momento que invita a la contemplación y a la conexión con la naturaleza. La serenidad del lugar es perfecta para aquellos que buscan escapar del bullicio de la vida cotidiana, y sus paisajes pintorescos son el telón de fondo ideal para un picnic familiar o una caminata romántica a la orilla del agua, donde el murmullo de las olas se mezcla con el canto de los pájaros.

    Los puentes de Valsordo y Santa Justa, construidos por los romanos, son más que simples estructuras; son la conexión tangible entre el pasado y el presente, una huella de la destreza y el ingenio de aquellos que forjaron caminos sobre el río Alberche. Al cruzar estas antiguas vías, uno puede sentir la historia vibrando bajo sus pies, como si las piedras hablasen de las innumerables travesías que han tenido lugar a lo largo de los siglos. Cada arco de estos puentes cuenta relatos de viajeros, comerciantes y soldados que cruzaron sus caminos, dejando una impronta en la tierra y en la cultura de la región. Los atardeceres en este lugar son especialmente mágicos; la luz del sol se filtra a través de los arcos, creando un juego de sombras y luces que transforma el paisaje en una obra de arte en constante cambio. Los visitantes que se detienen a contemplar el río desde estos puentes pueden sentir una conexión profunda con el tiempo, una sensación de pertenencia a una historia más grande que ellos mismos, un hilo que los une a aquellos que caminaron por estos mismos senderos hace miles de años.

    El Monasterio de los Jerónimos, que se remonta a 1375, se alza en un rincón pintoresco, envuelto en un halo de misterio que atrae a los curiosos y aventureros. Este lugar, con sus ruinas que susurran ecos de un esplendor pasado, invita a explorar lo que una vez fue un centro de espiritualidad y conocimiento. Las piedras desgastadas por el tiempo cuentan historias de monjes dedicados, que pasaban sus días en oración y estudio, rodeados de la belleza natural que los envolvía. La escalera labrada en la roca que lleva a la Ermita de San Miguel es un desafío, pero la recompensa es inigualable; aquellos que se atreven a ascender son recibidos con vistas panorámicas del valle que cortan la respiración. El aire fresco y puro, mezclado con el aroma de la vegetación, despierta los sentidos y alimenta el alma. A medida que uno se asoma al precipicio, la inmensidad del paisaje revela la belleza indómita de la naturaleza, un recordatorio de lo pequeño que somos en comparación con el vasto universo que nos rodea. Este lugar, aunque marcado por el paso del tiempo, sigue siendo un refugio de paz y contemplación, donde la conexión con lo divino se siente intensamente.

    Finalmente, en el casco antiguo, el horno de tinajas se alza como un testimonio de la rica arquitectura tradicional de la región, un recordatorio de la importancia de la producción de vino que ha sido parte fundamental de la cultura local. Construido en el siglo XIX, este lugar evoca el bullicio de los antiguos oficios, donde las manos laboriosas de los artesanos se unían para dar forma a tinajas que almacenarían el néctar de la uva. Al recorrer sus instalaciones, uno puede casi escuchar el murmullo de las conversaciones que una vez resonaron en sus paredes, la risa de la comunidad que se reunía para celebrar la vendimia y compartir historias en torno a una copa de vino. Este horno, con su encanto rústico, es un recordatorio de cómo el trabajo y la comunidad se entrelazaban en la vida cotidiana, donde cada tinaja no solo era un objeto utilitario, sino también un símbolo de la unión y la tradición. La cultura del vino, tan profundamente arraigada en El Tiemblo, se celebra hoy en día a través de festivales y eventos que reúnen a la comunidad y a los visitantes, creando un vínculo entre el pasado y el presente que continúa floreciendo.

    El Tiemblo no es solo un lugar en el mapa; es un refugio para el alma, un recordatorio de la conexión entre el hombre y la naturaleza, entre la historia y el presente. Cada rincón de este pueblo es un verso en el poema de la vida, donde el pasado susurra en el viento y el futuro se teje con los hilos de la memoria.