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  • Cigales, un encantador municipio en la provincia de Valladolid, es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, dejando huellas indelebles en sus calles y edificaciones. En el corazón de la comarca de la Campiña del Pisuerga, esta localidad se erige como la principal representante de la Denominación de Origen Cigales, celebrando con orgullo una rica tradición vinícola que ha perdurado a lo largo de los siglos. Sus tierras, vestidas con el verdor de los viñedos, se extienden suavemente entre los majestuosos montes Torozos al oeste y las serenas aguas del río Pisuerga al este, creando un paisaje que invita a la contemplación y al asombro.

    Cada rincón de Cigales es un susurro del pasado, donde los siglos han dejado su huella en la cultura y el espíritu de sus habitantes. La altitud del pueblo, que se eleva a 745 metros sobre el nivel del mar, no solo ofrece vistas panorámicas que cortan la respiración, sino que también confiere a la localidad un carácter distintivo que ha atraído a visitantes de todos los rincones. Los arroyos de San Pedro y del Prado cruzan el territorio, serpenteando hacia el río y recordando tiempos en que estas tierras fueron testigos de grandes acontecimientos, alegrías y penas, risas y lamentos.

    Mientras uno se adentra en Cigales, siente la vibrante energía de su legado. El núcleo histórico, el corazón palpitante del municipio, se sitúa en torno a la Plaza Mayor, un espacio donde el pasado y el presente se entrelazan. En el centro, la plaza presenta un rehundido conocido como el Lagunajo, donde se alza la imponente iglesia de Santiago. Este templo no solo es un lugar de culto, sino también un símbolo de la devoción y el fervor religioso que han impregnado estas tierras a lo largo de los siglos. En los días soleados, el bullicio de la plaza se mezcla con el canto de las aves, creando una atmósfera mágica que invita a la reflexión.

    A un costado de la plaza, los edificios del Ayuntamiento y del antiguo hospital de San Juan Evangelista aún perduran, testigos de la vitalidad y el cuidado que los habitantes de Cigales han brindado a su comunidad. Las historias de amor, amistad y solidaridad resuenan entre sus paredes, convirtiendo estos lugares en santuarios de la memoria colectiva.

    Desde la Plaza Mayor, las calles radiales se despliegan como los rayos del sol, conduciendo a los visitantes hacia el trazado de lo que alguna vez fue una majestuosa muralla. En estas calles, aún se conservan fachadas y casas blasonadas que cuentan historias de un pasado ilustre. Pasear por las calles Campillo, Corro Vaca, Tercias y Montoyas es embarcarse en un viaje a través del tiempo, donde cada piedra y cada rincón susurran ecos de una época dorada. Los nombres de estas calles, evocadores y llenos de historia, son un recordatorio de la importancia que Cigales tuvo en tiempos antiguos, un crisol de cultura y tradición.

    Las bodegas de Cigales son una parte fundamental de su historia y su identidad. Excavadas en la tierra, estas estructuras han sido el corazón de la economía local, donde la producción de vino ha florecido a lo largo de los siglos. Los antiguos respiraderos de piedra, junto con las más recientes construcciones de ladrillo, son un testimonio del arte y la dedicación de generaciones de viticultores que han sabido cuidar y cultivar sus viñas con esmero. En el noreste de la población, la zona de Malpique alberga los restos de las antiguas bodegas del Obispo, un edificio de estilo modernista del siglo XX que recuerda la tradición de prensar uvas del obispo de Valladolid. La imponente pared con su puerta de entrada, adornada con un blasón y unas iniciales, invita a los visitantes a imaginar el bullicio de la vendimia en tiempos pasados, cuando el vino era un elemento esencial de la vida cotidiana y un símbolo de celebración.

    Más allá de las bodegas, Cigales alberga casas-cueva, auténticas trogloditas que han servido como refugio familiar hasta tiempos relativamente recientes. Estas viviendas, excavadas en el suelo, se entrelazan con el paisaje, unidas a la historia de quienes las habitaron. En la calle Chamberit, los taludes formados por las lluvias han dado lugar a estas chabolas, que hoy son un recordatorio de la ingeniosa adaptación del ser humano al entorno. A medida que el tiempo avanzó, muchas de estas cuevas fueron abandonadas o modernizadas, pero su esencia persiste, y algunas continúan siendo ocupadas por sus propietarios durante los meses de calor. Las simples estructuras interiores, con un pasillo central y habitaciones a lo largo, son un testimonio de la vida de antaño, donde la comunidad se unía en torno a la calidez del hogar y la tradición de compartir.

    La evolución de Cigales también se manifiesta en la construcción de chalets adosados en el último tercio del siglo XX, transformando la periferia rural en urbanizaciones modernas. Sin embargo, a pesar de estos cambios, la esencia del pueblo sigue viva en la Casa Natal de Fray Antonio Alcalde, donde nació este ilustre personaje en 1701 y que fue bautizado en la iglesia de Santiago. La Casa de Manuel Díez Quijada Alcalde, situada en la calle del Campillo, es otro testimonio de la historia, una huella imborrable de las familias que han forjado la identidad de Cigales.

    Los restos de la muralla, el antiguo Hospital de San Juan Evangelista que ahora alberga a los jubilados, la imponente iglesia de Santiago y la ermita de Nuestra Señora de Viloria son hitos que invitan a la reflexión y el asombro. Cada rincón de Cigales es un capítulo de una historia rica y compleja, donde el vino, la arquitectura y la tradición se entrelazan en una danza atemporal que sigue cautivando a quienes se aventuran a descubrir sus secretos.

    En Cigales, la historia no es solo una serie de fechas y eventos; es una experiencia viva, palpable en el aire, en las risas de sus habitantes y en la calidez de su cultura vinícola. Esta localidad es un destino que promete llevar a los visitantes en un viaje a través del tiempo, donde cada sorbo de vino y cada paseo por sus calles cuentan una historia, un legado que ha perdurado a lo largo de los siglos y que continúa vibrando en el presente. Cigales es un rincón de España que despierta el alma, invitando a todos a sumergirse en su magia y a celebrar su rica herencia.

    El aroma de los viñedos en flor, la risa de los niños que juegan en la plaza, el murmullo de las familias que se reúnen en las bodegas para disfrutar de un buen vino son parte de la esencia de Cigales. Cada visita a este pueblo es un viaje a las raíces de una tradición que sigue floreciendo, un canto a la vida que ha sabido adaptarse a los tiempos, pero que nunca olvida sus orígenes. Cigales es más que un destino; es una experiencia que toca el corazón, una historia que continúa escribiéndose con cada botella de vino, cada rayo de sol y cada sonrisa que se cruza en su camino.