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  • Zamora, esa joya escondida entre el centro y el noroeste de la península ibérica, no es solo un punto geográfico en los mapas, sino un testimonio vivo de la historia que late en cada piedra, en cada rincón de sus calles empedradas. Capital de la provincia homónima, esta ciudad, enclavada en la comunidad autónoma de Castilla y León, es un imán para quienes buscan el encanto de lo antiguo y lo intemporal. Su casco antiguo, que ha sido reconocido como conjunto histórico-artístico desde el siglo XX, es una obra maestra arquitectónica que, a pesar del paso de los siglos, mantiene intacta su esencia.

    Situada sobre la imponente "peña tajada", una meseta rocosa de más de 30 metros de altura que se despliega junto al río Duero, Zamora se alza con una majestuosidad inigualable. Desde lo alto, domina el paisaje, con el río ciñendo su base por el sur, cual escudo natural que la protege desde tiempos inmemoriales. Este enclave, que antaño resultaba impenetrable, le valió el sobrenombre de "la bien cercada", un apodo que evoca siglos de fortificaciones y resistencia ante las embestidas del tiempo y la historia.

    Entrar en Zamora es como atravesar un portal temporal. Su casco antiguo, alargado y circundado por murallas medievales, parece haber detenido el reloj, permitiendo a los visitantes pasear entre los ecos de un pasado esplendoroso. El viajero se encuentra rodeado de la mayor colección de templos románicos de Europa. Zamora es la ciudad del Románico por excelencia, con un conjunto de 23 templos y 14 iglesias que, aunque erigidos en el lejano siglo XII, permanecen inmortales. La ciudad guarda estos tesoros como una madre protege a sus hijos, sabiendo que en ellos reside el alma misma de su historia. Además, 15 de estos templos han sido declarados Bien de Interés Cultural, y su solicitud para ser reconocidos como Patrimonio Europeo no hace más que consolidar su reputación como un santuario de la arquitectura medieval.

    Entre todos estos monumentos, destaca la monumental Catedral de Zamora, consagrada al Salvador. Erigida en pleno siglo XII, es una obra maestra del románico que, a pesar de su aparente sencillez, emana una grandeza imponente. Su cimborrio, adornado con una peculiar decoración de escamas, es un detalle único que la distingue de cualquier otra catedral en el mundo. Al contemplarla, uno no puede evitar sentirse pequeño ante su grandeza. Con su planta de cruz latina y tres naves que culminan en ábsides góticos añadidos en el siglo XVI, la Catedral es un lugar donde el tiempo se difumina y la historia se hace presente en cada rincón.

    Caminando por Zamora, no es raro toparse con el Castillo, cuyas raíces se remontan al siglo X. Esta fortaleza, testigo de innumerables batallas, ha visto cómo el reino de León y las dinastías cristianas luchaban por su control en los momentos más cruciales de la Reconquista. Sus murallas, construidas entre los siglos XI y XIII, fueron ampliadas y reforzadas por monarcas como Alfonso III de Asturias y Fernando I de León. Desde sus almenas, las vistas panorámicas sobre el río Duero y los campos castellanos son simplemente sobrecogedoras. Aquí, uno puede imaginarse a los antiguos guerreros vigilando los alrededores, protegiendo su ciudad con una valentía que aún se respira en el aire.

    La Casa de Doña Urraca, otro de los emblemas de Zamora, evoca una de las historias más fascinantes del medievo español. Doña Urraca, hija del rey Fernando I de León, defendió estas tierras con tenacidad frente a su hermano Sancho II durante el famoso cerco de Zamora en el siglo XI. Es imposible no imaginar los días de tensión y las noches de intriga que debieron vivirse entre estos muros, mientras la ciudad resistía contra todo pronóstico. La leyenda del cerco de Zamora, inmortalizada en el Romancero, sigue viva en cada rincón de este palacio, un lugar donde la historia cobra vida y el pasado parece estar siempre a la vuelta de la esquina.

    A pocos pasos de allí, se erige la Casa de Arias Gonzalo, también conocida como la Casa del Cid. Aquí, en pleno corazón de Zamora, Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador, pasó parte de su juventud. Criado junto a los hijos de Fernando I, esta casa no es solo un lugar de residencia, sino un testimonio viviente de la nobleza y las intrigas que marcaron el destino de la península ibérica. Las leyendas sobre Arias Gonzalo, consejero y albacea del rey, añaden una capa más de misterio y encanto a este lugar, que invita a los visitantes a perderse en las páginas doradas de la historia.

    Sin embargo, Zamora no se detiene en el pasado medieval. La ciudad ha sabido evolucionar, y sus edificios modernistas, construidos a finales del siglo XIX y principios del XX, son un testimonio de su apertura a nuevas corrientes arquitectónicas. Con un total de 19 edificios modernistas, Zamora es, junto a Teruel, la única ciudad del interior de España que cuenta con un patrimonio modernista de tal magnitud. Estos edificios, con sus fachadas llenas de curvas y detalles ornamentales, son el reflejo de una Zamora vibrante y cosmopolita, que ha sabido abrazar el cambio sin perder su esencia.

    Y si hay una época en la que Zamora muestra todo su esplendor, es durante la Semana Santa, una festividad que ha sido declarada de Interés Turístico Internacional y Bien de Interés Cultural. Durante estos días, las calles de la ciudad se llenan de fervor y devoción. Las procesiones, que recorren el casco antiguo, son una experiencia sobrecogedora. El sonido de los tambores y cornetas, el lento avanzar de las imágenes y el murmullo de los fieles crean una atmósfera única. Las tallas, muchas de ellas obras maestras del arte sacro, cobran vida bajo la luz de las velas, y la emoción se palpa en el aire. Vivir la Semana Santa en Zamora es una experiencia transformadora, una inmersión profunda en la espiritualidad y la tradición que deja una huella imborrable.

    Pero Zamora no es solo historia y religión. Su entorno natural también es un tesoro digno de admiración. Al norte de la ciudad se encuentra el Bosque de Valorio, un pulmón verde que contrasta con el paisaje llano de la meseta castellana. Este bosque, con sus senderos sombreados y sus árboles centenarios, es un lugar ideal para desconectar y disfrutar de la tranquilidad. Aquí, el canto de los pájaros y el murmullo de las hojas al viento invitan a la calma y la contemplación. Es un rincón perfecto para quienes buscan un respiro de la agitada vida urbana.

    Zamora es una ciudad que te envuelve con su magia. Cada rincón, cada monumento, cuenta una historia de grandeza, de lucha y de fe. Desde sus murallas medievales hasta sus edificios modernistas, desde el susurro del río Duero hasta el fervor de su Semana Santa, Zamora es un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan de manera perfecta. Es un destino que no deja indiferente, un lugar que toca el alma y el corazón, y que invita a volver una y otra vez.